lunes, 27 de agosto de 2012

El amor muerde.

Repugnante. Así defino en este momento cualquier expresión de "amor" o felicidad derivada del mismo: Escrita, manual, visual, caricaturizada, e.t.c. Tal vez porque representa algo que ahora odio, tal vez porque representa la debilidad que me tuvo en un punto muerto durante mucho tiempo, tal vez porque deseo algo que no puedo tener. Se ha vuelto repetitivo en los últimos días el pensamiento oscuro, desesperanzador, irritante de que realmente he nacido para caminar por la vida en absoluta soledad; parece que lo que soy no es aceptable ni mínimamente para alguien que pretenda ser algo más que un amigo; parece que mis múltiples defectos abarcan lo poco positivo que aún conservo; tal vez mi compañía conlleva más desgracias e infelicidad para los demás que la felicidad pretendida a mi lado. 

Me siento maldita, con un corazón cargado de alguna especie de "mal de ojo" (no sé realmente qué significa eso, lo enuncio como representación de algún tipo de brujería extraña), con un demonio al pie que me impide tener algún tipo de relación de pareja medianamente sana, medianamente normal. Ese gran peso...Lo he tenido hace ya mucho tiempo, no se va por más esfuerzos que haga por intentar ser una mejor persona, una buena mujer. Tal vez no lo soy y me estoy empeñando en convertirme en algo ajeno a mi ser. Siento que no tengo nada bueno qué ofrecerle a un hombre, que tarde o temprano todo va a fallar de la peor manera posible, que cada sujeto que se acerque a mi va a terminar con el alma ennegrecida, el corazón destrozado y mil recuerdos olvidables. 

El problema parece ser mío, simplemente mío. Recordando tantas relaciones fallidas encuentro un sinnúmero de malas decisiones que me costaron bastante. Sin embargo, parece que las que me hicieron despertar fueron las más recientes, las que debilitaron e hirieron de muerte el amor que por fin creí haber encontrado: Un amor que creí verdadero, un amor incondicional, un amor tan fuerte que podría vencer el paso del tiempo y los obstáculos que en el largo camino fueran hallados. A pesar de esos pasos en falso, quien terminó con la última esperanza fue el sujeto al que amaba; aquel que regresó en el momento menos esperado ilusionándome falsamente con sus besos, sus abrazos, sus dulces palabras... Mientras yo caía en sus brazos y construía en mi mente toda una vida a su lado, él había fijado ya su nuevo objetivo de conquista. Cuando al fin, después de tantos líos del corazón decidí hacer las cosas bien por él, por nosotros, dedicar mi vida a una sola persona y entregarle todo el amor que podía dar a mi príncipe, él se quitó su corona y reveló su verdadero plan. Aún intentando lo mejor, debía fallar. Era su diosa, era su princesa; ahora le decía a otra "diosa" y tal vez le repita diariamente las palabras que en un pasado feliz eran solo para mi. Si, me convertí en el plan alternativo del hombre al que amaba con toda mi alma (al que amo aún, no puedo mentir). Nunca, en medio de mis múltiples relaciones, me sentí vulnerable. Nunca sentí que necesitara de otro ser humano para ser feliz. Me bastaba conmigo para sentirme lo suficientemente bien, aún si estaba involucrada en una relación de pareja. Él quebró mi universo, penetró en las fibras de mis emociones tan hondo que a pesar del odio que ahora despierta en mí, sigo afectada por esa llama residual que aún conservo... ¿Amor?


¿Qué hacer cuando los sentimientos son más fuertes que la voluntad de seguir? ¿Qué hacer cuando la desesperación se apodera de tu vida y sientes que con esa persona perdiste la mitad de tu universo? ¿Qué camino tomar cuando sientes en el fondo de tu ser una gran tristeza al presentir que has perdido al amor de tu vida, a la única posibilidad de amar que tuviste? El amor, eso que llaman amor...Gracias al "amor" soy una peor versión de mi misma: Más amargada, más desilusionada, más solitaria, más arisca, más incrédula, más hiriente, más desalmada, más oscura. Por eso lo odio, ha acabado lentamente con la bondad, la ternura, la piedad y demás cualidades positivas que alguna vez me caracterizaron, que muy pocos conocieron. Como reza una de mis canciones favoritas: 

1. El amor muerde. Personalmente me ha mordido fuerte, destrozando cientos de cosas que valían el mundo para mi. Me ha herido más que algunos hechos complicados que me afectaron bastante en su momento. Esta herida que es gigantesca, es profunda y sigue abierta, parece ser permanente.

2. El amor sangra. Es un sentimiento tan complejo que puede darte tanta felicidad como tristeza; tanta satisfacción como desengaño. El amor me ha hecho sangrar, no físicamente, sangrar emocionalmente, perdiendo la esencia vital de mi existencia, perdiendo lentamente la energía continua que movía este motor que soy yo.

3. El amor vive. El amor tiene diversas facetas, como sujetos. No solo existe el amor de pareja; existe el amor por los padres, por los hermanos, por las mascotas y el más importante, el amor propio. Por el amor a un hombre, perdí el amor a mi misma. Mi amor está en período de rehabilitación, sigue ahí. Desafortunadamente, el amor hacia ese hombre, también vive.

4. El amor muere. Como lo comentaba anteriormente, el amor se puede perder. Perdí con mis múltiples humillaciones el amor propio, sin embargo no creo haberlo matado (aunque siento que lo hiero con cada pensamiento invertido en el sujeto anteriormente mencionado). El amor por él, no ha muerto tampoco. He intentado matarlo, pero tal vez no he intentado lo suficiente. En ese sentido, puede ser que el tiempo se convierta en mi aliado, o en otro enemigo.

5. El amor ruega. No sé qué tan bueno pueda ser esto. Creo que en realidad no me gusta pensar en ello. Siempre pensé que una actitud de tal calibre correspondía a personas con baja autoestima o dependientes, nunca se me cruzó por la mente que yo algún día caería en esa trampa. Mi gran amor y la desesperación al ver alejarse a quien consideraba el hombre de mi vida, me impulsó a arrastrarme, a caminar por un puente quebrado, a caer en el abismo más profundo suplicándole que se quedara a mi lado, suplicando por alguna señal definitiva, suplicando para que creyera en mi. Lo acepto: Rogué hasta el cansancio. No se lo recomiendo a nadie. 

6. El amor complace. Definitivamente, el amor complace. El estar profundamente enamorada me hizo cometer algunas de las estupideces más grandes en todos mis años de vida. Sacrifiqué sueños personales, sacrifiqué noches de descanso, sacrifiqué momentos familiares, sacrifiqué a mis pocas amistades... Todo ello lo sacrifiqué por él, por estar a su lado. Finalmente, sacrifiqué mi dignidad para volver a ser suya, por tener una oportunidad, una más, la última...¿Fue útil, valió la pena? Definitivamente no, es evidente.

El amor es lo más peligroso y perverso que ha podido llegar a mi vida. Por amor, casi me destruyo a mi misma. Algo que me duele mucho es que ese amor, después de algún tiempo de alejarme del tóxico sujeto, sigue presente en mi vida trayendo dolor y derivando en consecuencias no deseadas. Lo peor, esas consecuencias no han sido solo para mí; esas consecuencias han arremetido contra personas que quiero y me quieren, y contra todo aquel que pretenda ser cercano a mí. El resentimiento, la rabia, la frustración, el temor, la desesperanza. Eso es lo que me dejó el amor verdadero.


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